Ya en el jardín toco el libro editado de mi amigo, me hago un cigarro y como no tengo fuego, me cago en los políticos y en la madre que los parió (ya no me cago en Dios, ese ser olvidado) y sonrío.
Volver a tocar el libro y olerlo, que no al amigo, y ya con el cigarro encendido, me causa un verdadero placer y leo:
EL NIÑO MALO CUENTA HASTA CIEN Y SE RETIRA
y entonces recuerdo toda la puñetera infancia y digo en alto: ¡ QUÉ HIJO DE PUTA!
Abro las tapas y veo su cara y todo lo que escriben de él y sí; es un verdadero maestro.
Memoria de elefante para guiarte, feo, para que no te robe a la mujer, inteligente para que no puedas sorprenderle.
Paso página y leo su firma y lo que póneme, queda para mi. Y la memoria de su abuelo y de Morella Fuenmayor y después el bien es el mal menor y lo de debajo y la primera parte y ahí está el
I
¿ Qué es un tordo, abuela? - preguntó la muchacha levantando la vista de su cuaderno negro, el bolígrafo verde suspendido, la luna llena.
Un tordo, pensó la abuela.
La muchacha baja la vista en silencio y vuelve a escribir, con caligrafía Palmer: Anoto aquí el poema del abuelo.
--------------------------------------------------------------------------
Obviando la caligrafía Palmer, que no sé qué cojones es, lo demás me envuelve y veo desde arriba lo leído y grito jubiloso:
Solo por esto merece la pena leerle. Lo demás, cada uno que sienta en sí mismo.
Y CLARO UN ABRAZO MAESTRO Y GRACIAS POR ESCRIBIR
Le pongo un título
Hace 15 años