Ella parece filipina o
tailandesa, aunque a lo mejor ha nacido en Madrid, se dice Jaime cuando la ve y se queda allí parado, junto a los estantes donde están los panes, la bollería y todo eso.
Literalmente parado, solo los ojos se mueven una y otra vez, mirándola de arriba abajo, de abajo arriba,
deteniéndose en todos los sitios, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda.
El pelo le cae hasta la cintura en lisa cascada negra. La
faldita corta y blanca con encajes, se detiene en unos muslos esbeltos y cobrizos, resaltando esa esbeltez, esa belleza, esa hermosura.
Sus pequeños pies caminan con unas sandalias blancas, adornadas con unas margaritas diminutas y con ligero tacón.
Esos pies y sus dedos, se mueven al son de una música que oye con unos pinganillos. El aparato de color blanco lo sujeta de la falda. De la falda blanca, con una gracia que a Jaime le parece que es elegante.
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¡Elegante de
cojones!, se dice y con esa clase que gastan algunas elegidas- mujeres únicas-
Su blusa, blanca y con encajes también, haciendo juego con la falda, llega hasta un ombligo perfecto, que Jaime, se imagina
sorbiéndolo y pasando su lengua por él, a continuación. Sus pechos, ni demasiado grandes, ni demasiado pequeños, al igual que los pezones, en punta, que se ven a
través de la blusa, a
través del sujetador blanco, le parece la perfección absoluta.
Es la verdadera mujer perfecta, repite Jaime tres veces, llenando de deseo la cabeza, el corazón, el alma y la polla, que en erección, esconde Jaime tras un enorme pan gallego.
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Que se dé la vuelta, por dios. Quiero verle la cara!
Y se da la vuelta y dice llamando: ¡Manuel, Manuel!
Pero Jaime, ahora, no mira a Manuel.
Mira unos ojos verdes
diosdivinosgrandes, que resaltan de su rostro sobre una nariz, que Jaime siente deseos de soplar aire sobre ella, sobre esa nariz perfecta para que se llene de él y de su aire y de su ser.
¡
Joder sus labios! Juegan bajo la nariz haciendo curvas perfectas y piensa y desea cogerlos entre sus dedos, para resaltar esas
curvitas y besarlas y
mordisquearlas ligeramente y detenerse en el labio de arriba para que lo sienta ahí abajo; ella solamente.
Jaime, mientras sigue mirándola, coloca el pan sobre el
carrito y ella pone otras cosas sobre el suyo y se aleja.
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Sin darse cuenta, Jaime la sigue, aún en erección escondida tras el
carrito y siente una mano femenina sobre su hombro. Se da la vuelta y ve a su chica que mira su polla y le coge de la mano y se lleva a Jaime al servicio de señoras donde no hay nadie, gracias al cielo, se dice
Sara y allí mismo, le baja los pantalones y ella sus bragas, mientras lo empuja a él sobre la taza del
vater, sentándole. Y ella encima, arriba abajo, abajo arriba.
¡AY, QUÉ ALEGRÍA, JAIME!¡YA ERA HORA, MI VIDA!
Jaime continúa con su pene erecto y ve a su chica rubia ligeramente
gordita y ve su rostro con su frente amplia, sus ojos pequeños y su enorme boca que hace años era una bendición y ve, intuye y siente que no se le baja, recordando aquellos instantes, donde su hombría era maná del cielo para
Sara...
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Cuando
Sara se para y Jaime la mira después de tener los ojos cerrados-preguntando-
Oyen unos pasos.
Y esos pasos se dirigen justo al mismo
vater, donde
Sara muy despacio y en silencio y disfrutando, continúa subiendo y bajando y
haciéndolo suyo.
Y se abre la puerta y Jaime, pero sobre todo
Sara, que sabe que él, que se ve a sí mismo
bajito, con una ligera tendencia hacia la cerveza
fresquita- cada día más alarmante- y con una curva en su panza-no es alarmante aún- y con esos pelos que le caen sobre la cara y pegados a ella por el sudor.
Y recuerda que
Sara y
Sara se recuerda diciéndole a Jaime, mientras le acaricia su cara llamándole guapo, mi guapo y...
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Y Jaime y
Sara me dejan los puntos suspensivos cuando acaban de leerme esto y me lo enseñan después y yo lo escribo a mi vez y SÍ, dejo los puntos suspensivos, cuando Jaime dice que vamos al
Demetrio a unas cañas y
Sara dice que no va, porque tengo crisis de limpieza compulsiva hogareña tras lo sucedido y viene alguien esta noche y le guiña los dos ojos a Jaime, porque no puede guiñar un solo ojo y...