Quiero volver al hotel donde estuve allá por los años en los que fui joven. Me metí en eso de
Internet,para recordar el pasado. El pasado donde desde el hotel
Chapulin,subido arriba del todo podía mirar
México. Y allí mirando las casas,los coches,las personas diminutas que se movían debajo de mí, pensé que era su dueño. Su dios
Chapultepec.
Hasta que alguien salió del ascensor y me
pidió que le guardara algo. Una caja que aún tengo en casa y ni siquiera he abierto. El hijo de la
granputadelagranchingada, antes de que pudiera hablar, se fue corriendo, o quien sabe si huyó perseguido y me dijo:la guardas,¿sí?. Así como hablan en aquel
país, con esa dulzura y a pesar de ello, siempre perseguidos por la muerte.
Sin poder contestarle la metí en el maletín de mano.
NO VOLVÍ A VERLO.
La caja todavía no la he abierto. Estoy en España, ahora tras treinta años y justo hoy, la recuerdo, olvidada, entre cartas de amor, postales y fotografías de mujeres a las que amé, allí en mi otro país.
México.
Pide que la abra y la digo:¡No me
joderas la vida!, en cuanto abra tu envoltorio de papel, me
dirás algo que no quiero saber.
Desde hace una semana, hoy se cumplen años de aquello, no puedo dormir, ni comer. Adelgacé quince kilos. Mi mujer, me respeta, me quiere, pero está preocupada. Constantemente me pregunta. Mis hijos que ya son mayores también.
Antesdeanoche bebí demasiado. Se lo
conté a mi hijo el mayor,
Juanto. Le dije, tengo que volver a
México. Me dieron algo que tengo que entregar, pero hijo, de eso han pasado treinta años. Tú no
habías nacido.
Tuve que enseñarle la caja. Él, sabía que había bebido y como siempre, me aceptó, pero le miré a los ojos y puse la caja en medio de los dos.
Nos abrazamos. Voy por unas cervezas y a mear, le dije.
¿Entiendes por qué he de volver?. Pregunte cuando volví. Me comprendió
Me hago cargo, me dijo, mirando a aquella caja cerrada.
Total, será ir y volver. Como mucho una semana.
Dí a tu madre y a tu hermano, que estoy en aquel apartamento de
Castellón y que por todos los medios tenemos que alquilar, para que la hipoteca no nos ahogue.
A eso de las cuatro de la mañana mientras tomábamos una cerveza, llamé un
radio taxi para ir al aeropuerto.
Nos besamos. Nos abrazamos y nos miramos
entendiéndonos.
-------------------------------------------------------------------------------------------------Acabo de llegar. Es extraño. Durante el vuelo he conocido a una mujer que se dirige a Lima, pero antes,hace escala aquí. Es
exactamentecomo la chica que conocí hace treinta años, pero en otro avión y otro año. Sólo que ella sigue siendo joven y me dice es como si te conociera,¿no?.
Mi único equipaje es un maletín, y, dentro, la caja; a pesar de ello, he pagado mi mordida y he salido del aeropuerto.
Pasan muchos taxis, pero quiero un escarabajo de los viejos.
El taxista dice que me conoce de toda la vida. Le digo de dónde vengo y mi apellido.
Me ha pasado como la otra vez, pero ahora en el D.F.,antes en
Acapulco. C
ogí un taxi para volver al hotel, donde mis padres se alojaban. Aquel hombre, como este, me ha llevado a salas de baile, ha bebido conmigo. Se ha emborrachado conmigo, me ha presentado a todos sus amigos y sus mejores amigas, se han ofrecido por si tenía ganas de coger.
Resulta que tenemos el mismo apellido.
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Han pasado dos días y me encuentro en un hotel donde estuvo el
chapulin, derribado por un terremoto.
Paseo por ese hotel, otro día más, pero no encuentro a nadie, ni nadie me llama. Intento, por otra parte, pasar lo mas desapercibido posible, porque no creo que el dinero me aguante mucho más y si no me dicen nada, pues veremos si estoy aquí hasta que me echen.
Cuando mis últimos pesos se terminaban, una señora, se quedó mirándome. Me invitó a cenar. A unas copas fuera del hotel, en los mejores sitios del barrio rosa, o como
cojones se llame.
Sí, me emborrache y lloré como un
imbécil, cuando ella pidió que cantaran para mí.
Me encontré como si fuera mi padre. Bueno, como lo que me contaba mi padre allí, en su pueblo, de joven. Esa misma música, que yo
támbien llegué a escuchar.
Me subió a mi habitación a trancas y
barrancas.
Y ahora, con mi cabeza dando vueltas, me mira. Me ofrece un vaso y dice:bebe.
Duchate y
dame lo que guardas.
¿A
ti, por qué?¿ Cómo supiste quién era?
Porque he esperado treinta años, veinte
dias y cinco horas para recogerla. No debes saber más.
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Se lo he contado todo a mi hijo
Juantomás. Solo me ha abrazado, ya sabes, como si fuera el oso que
és y me ha dicho que estoy como más joven