Gracias.
Con los ánimos y abrazos
que aquí recibí de todos
no me siento sorprendido,
sino harto acompañado
y sobre todo, muy querido.
Si la muerte se aleja
y tiempo me deja
enseguida podré disfrutaros
A TODOS
Como a la muerte
no quiero verla,
ahora que tengo un ratito
cantaré con un cuento
a la vida
que queda más cerca
---------------------------------------
DE VICTOR HATOROS A ADRIANA, QUE NACERÁ EN AGOSTO O ADRIANO, SI FUERAS VARÓN O A CUALQUIER NIÑO DEL MUNDO MUNDIAL.
El día soleado te cae a plomo y diría que te asfixia de calor. Entonces me refugio bajo la pérgola y me siento ante la mesa para escribirte tu historia, que es la mía, querida Adriana aún no nacida, pero ya sentida, porque estuve con tu madre ayer y te toque sobre su vientre y te dije: ¡HOLA, NIÑA, HOLA!
Y estábamos con tu mama Ester de la Hoz, el maestro Juan Carlos Chirinos, Manuel Cuadrado, Federico Fayerman y un servidor, al que puedes llamar Paco, cuando comiences a hablar.
Y entonces Federico Fayerman dijo que en honor a ti y a todos los niños que nacerán y a los que son niños en general, deberíamos escribir un cuento.
Y es aquí donde comienza el cuento que he hecho yo:
-------------------------------------------------------------------------------
CUANDO SUENE LA MÚSICA.
Refugiado del calor bajo la pérgola veo el abeto que hay en el jardín. Sobre uno de sus tallos recién verdes nacidos, hay un gorrión y me mira y no me hace caso. Después revolotea y se posa sobre la lona azul de la piscina para beber agua. A su lado hay un mirlo que con su pico naranja, también bebe. Ahora me miran los dos y el mirlo vuela hacia el cielo azulito. El gorrión va a ocultarse entre las intrincadas ramas del abeto.
--------------------------------------------------------------------------------
El árbol, ese árbol lo compre una navidad en un vivero. Antes de comprarlo lo vi lleno de bolas rojas, azules y blancas. Y lo vi lleno de caramelos en forma de reyes magos, que algún día por la noche puso algún duende de esos nocturnos que no se ven, para decirnos a todos en casa: ¡Ya es navidad!
------------------------------------------------------------------------------
Despues de alegrarnos varios años la navidad y de tener en su tiesto varias casas de duendes- que solo ven los niños, por cierto- y a partir de ahora te diré: Adriana, tú fíjate bien y los veras.
Pues el abeto me dijo que quería seguir creciendo y que lo plantara en el jardín, porque los gorriones y los pájaros en general, se asomaban a la ventana para verle y le decían que ya era muy grande para estar dentro de una casa. Y que querían hacer sus nidos en el.
------------------------------------------------------------------------------
Y lo planté con las casas de duendes alrededor. Lo duendes se alarmaron un poco al verme, porque decían que ningún humano podría con el árbol, pero el abeto bajó una de sus ramas verdes y les dijo que a partir de ahora, iban a estar mejor al aire libre. No os alarméis, por favor, no os alarméis, oí decir a la rama del abeto.
A partir de ahí, yo hago todos los días como que no veo a los duendes, para que no sientan miedo.
----------------------------------------------------------------------------
Y el árbol creció un día sí y otro también y fue entonces cuando puse la jaula de madera para pájaros que se descuidaban un poquito.
El primero que entró fue un gorrión con una cabeza grande y le decía a su novia gorriona: Mira, mira que cacho de casa. Y entonces la señora gorriona entró y dijo: ¡Aquí vamos a vivir!
-----------------------------------------------------------------------
Los duendes y todos los demás pájaros del jardín asistieron a la boda y les puse una barra de pan duro para que lo celebraran comiéndolo. Claro que yo asistí, pero de lejos, porque los pájaros y los duendes siempre han tenido miedo de los humanos. Además a muchos no les permiten verlos.
--------------------------------------------------------------------
Y pasó un tiempo y pusieron huevos y de estos huevos nacieron gorrioncitos y el gato Martín que en ese momento tenía hambre pasó a mi lado y me lo dijo. Yo le dije al gato Martín que había comprado comida para Sira, mi gata blanca y para Tigre, mi gato rojo y que no se preocupara de la comida, que yo le iba a dar. Le puse un cuenco lleno de estrellitas carnosas y se lo comió y se puso a mi lado, mientras los gorrioncitos pedían de comer a sus papás.
Fue entonces cuando le dije al gato Martín que parecía entender mis palabras, porque no dejaba de mirarme, como para escucharlas:
¡Ay gato Martín, si pudiera tocar la guitarra para habar con los pájaros!
El gato Martín meneó la cabeza y movió su oreja derecha.
-----------------------------------------------------------------
Ahí fue cuando escuché el timbre de la puerta y abrí. Y entonce llegaron mis hijos, Juanto y Jorge y sus amigos músicos y otros muchos que no lo eran, como yo. Y no te los nombro a todos porque seguro que de alguno me olvidaría, querida Adriana.
Fue entonces cuando ocurrió lo inesperado. Todos se pusieron de acuerdo para tocar sus instrumentos musicales y se hizo la música.
---------------------------------------------------------------
Y al hacerse la música, se hizo el milagro. Un milagro lleno de sonidos de guitarras, de chelo, de bajos, de batería, de armónicas, de saxofón, de trompetas, de piano, de Susana, mi mujer que cantaba y de voces que cantaban y todos los conejos que había frente a la casa se metieron dentro de ella, porque estaba la puerta abierta y las perdices y todos los pájaros incluidas las urracas y las que siempre vuelan y tienen el nido de barro en la casa y todos los gatos y los perros que se escaparon de sus casas, se pusieron delante de los músicos para escucharla. Y los duendes salieron de sus casas y cantaron con todos los que hacían la música y el abeto bajó sus ramas para oírla mejor. Y los gatos y los perros y los conejos y las perdices y todos los pájaros se hicieron amigos porque maullaban, piaban, ladraban y cantaban para hacer el acompañamiento.
Y esa música era tán extraordinaria que con sus sonidos, aprendí a volar como los pájaros y por fín pude hablar con ellos.
Por ello, querida amiga Adriana, queridos niños, escuchar, oír, sentir, cuando suene la música.
Le pongo un título
Hace 16 años