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RADIO PACHETA

miércoles, 28 de enero de 2009

el dia de la batalla.

No podía dormir.Repasába una y otra vez los movimientos que debían hacer mis tropas ya preparadas de madrugada.Había hablado con lo mandos sobre ello.Tenían toda mi confianza.La tenían ellos de mí. Cuando la luz del Sol comenzó a despuntar por el Este, se divisó a los enemigos.Hatsup,en su carro,esperaba mi orden.Moví mi cabeza y le mire.Corrió a su sitio tocando el cuerno,para ordenar: en guardia. A pesar de que nada,podía salir mal, tenía miedo. Los arqueros escondidos en los bosquecillos a izquierda y derecha,no se movían,aunque sabían que la caballería enemiga,podría destrozarlos.Su mando,el general Sopteh, aunque zalamero con el gran hacedor,era valiente.Para mí, lo único que tenía. Mandé a los mil quinientos hombres de infantería delante,previendo la estupidez de los salvajes.Tenían que esperarlos, ante su ataque en masa, para luego correr,fingiendo huída por el camino que dividía los bosquecillos. Allí, mis arqueros con sus flechas de fuego arrasarían a los perseguidores. La caballería,escondida tras los arboles,mandada por mi hijo,el general Jutah,esperaba ansiosa a que los enemigos se metieran en la trampa y saliendo por detras acabar con su despreciables vidas. El resto de mi infantería,agazapada en el suelo, esperaría tambien a que llegaran los enemigos,para alzarse y matar. La nube de polvo venía hacia nosotros. Lo que me temía se hizo realidad.Hatsup y sus carros y mi caballería salieron antes de tiempo.Mi hijo, no hizo caso a mi cuerno. La infantería enemiga,esperó la llegada de mis estúpidos generales.En dos horas,no quedaba rastro de mi caballería.Mi hijo murió.Hatsup,y sus carros,también.No volvio ni uno a retaguardia. Ordene a la infantería que esperaba en el suelo se levantara y que protegiera a los arqueros. Estaba en juego el paso hacia el mar del gran hacedor. Estaba orando a mi dios por el miedo que tenía y me envió una imagen de aquella muchacha a la que amé poco antes de venir.Mi dios,me oyó. Envie a mi otro hijo Joteh la contraorden de que no huyera.Hay que aguantar a pie firme, la primera embestida y que los dioses nos acompañen,pero sin perder la cara al enemigo,ir hacia atras, con el fin de que los arqueros lleguen a esas bestias. El mensajero, jadeando llego a mí:Enviada, señor,dijo. Solo quedábamos los ciento cincuenta incluyendome, de mi guardia personal como caballería. Pocos,la verdad. Una sonrisa iluminó mi cara, al ver que su caballería a galope,daba un rodeo al resto de su ejército y se internaba en el bosquecillo de la izquierda.Mi infantería y mis arqueros,allí esperaban.Ordené a mis hombres que no dispararan una sola flecha, para que no la viera el enemigo de a pie. Levante mi espada y ordené el ataque a mis ciento cincuenta entre los que se encontraban otros dos de mis hijos;Juantah y Jogeh. Entre los arboles la pelea se encarnizó.Las lanzas entraban en los ijares de los caballos que resoplando,morían chorreando sangre.Los jinetes se levantaban del caballo caído y enarbolaban hachas y espadas y mazas, pero no sabían a quien golpear.Los ciento cincuenta,llegamos poco despues de que la caballeria enemiga entrara.A uno de ellos,lo conocí cuando rebanando su cuello, con su cabeza sangrante en mi mano izquierda,le mire a la cara.Había ido al palacio del gran hacedor con su rey,el traidor Tumos, con una embajada. En poco más de una hora,la caballería enemiga,fue masacrada. Ahora estábamos a la par y mis arqueros vivos y presentes. Juantah y Jogeh no recibieron herida alguna.Por desgracia, yo sí.Una herida profunda en mi muslo derecho,dejaba ver el hueso.Dolía la maldita,pero no podía decir un ay.El cirujano jefe cosió la herida musitando palabras de oración. Ese dolor hizo que yo mismo cortara las cabezas a todos los caidos y que me ensañara tambien cortando sus piernas sus brazos y las partes intimas,que luego daría al orador,para que las cociera y pudieramos comerlas.Tál era mi dolor mezclado con el de la muerte de mi hijo. Al ver el ejercito enemigo que su caballería no salía del bosque,corrió en grito de ataque hacia nosotros. Sabía ahora que la batalla estaba ganada. Los arqueros disparaban en orden.Una lluvia de flechas iluminó el cielo de fuego.Mi infantería a pie firme, resistio el primer embite.A una orden de mi cuerno, el resto de mi infantería salio de los bosquecillos machacando los flancos del enemigo.Ordene a mi guardia personal que a galope y rodeando al enemigo le cayerámos por detrás. Matamos a todo el ejército. Poco antes de que el sol se fuera y en mi campamento,repartí el botin de guerra. Todos mis hombres,comieron la virilidad del enemigo. ------------------------------------------------------------------------------------------------- Antes se podía luchar por algo.Se podía morir por algo.Había guerras y dolor y amor y odio,igual que ahora.Pero ahora,parece ser que te matan de otra manera.Te quitan el trabajo,te imponen unas ideas,te quieren hacer tonto, te niegan tu dinero y dicen encima que es de todos,pero solo se lo pueden gastar algunos,que son los que hemos elegído además.Y ninguno de ellos ha ido a ninguna guerra,que yo sepa.

1 comentario:

© Lilium - Lilith dijo...

Ates...aún al hombre le quedaban códigos... Ahora, por avaricia, por poder, por desesperación, por necesidad( que-no-lo-entiendo), por impulso, porque si…ya ha perdido hasta esos códigos, que hacían al hombre, hombre…lo diferenciaba de un animal…Hoy cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro.

Te dejo un beso y gracias por visita:)