MI AMIGO.

Me dijo que se había pasado la noche anterior bebiendo guiski con pao de cabinda y que estuvo toda la noche sin dormir y que tal la compañera, le dije, muy bien, porque hace mucho tiempo que el de abajo no se ponía a su gusto y que ahora sí podía ser su juguete sexual, me dijo.
Pero tengo un problema, añadió, tienes que venir a casa porque lo mezclé con algunas pastillas y esto no hay quien lo baje.
¿Esta contigo tu chica?.
No, se fue muy contenta a cuidar a su padre. Date prisa, macho y traete el coche ese que tienes con los asientos quitados para que me tumbe, porque no me puedo sentar. Esto duele ¿sabes?.
¿Cuanto tiempo llevas así?
Cinco horas, desde que se fue mi novia.
Vistete que voy a llevarte al hospital.
Cuando llegué, llevaba una chilaba que se trajo de Marruecos y el descojonamiento por mi parte fue total. Un tío de cincuenta y cinco años con chilaba y con aquello en punta. Su cara de pena y dolor me seco la risa. Le ayude a tumbarse en el coche.
La entrada en el hospital era de cine. En urgencias, quisieron sentarle en una silla y él pedía una camilla con un hilo de voz. No había dormido en toda la noche y salvo las pastillas y el pao de cabinda con guiski no había comido nada.
Y luego lo típico de que todo el mundo parece que te mira y te mira y la enfermeras muertas de risa y en fin, no te preocupes, que todo se arregla, ya veras, y voy a echarme un cigarro abajo y ahora subo.
Al salir a la entrada, me jodieron los comentarios que oí: Sí, ese debe ser el que recibe. Pues lo tiene que tener como bebederos de pato y risas.
Hay que joderse, bueno, subiré a ver que le dicen.