Después de ver lo que había visto, me tomé algunos vasos de vino, abrí el agua para que se llenara la piscina y me fui a dormir.
Me levanté el lunes a eso de las once. Quería ver si el boleto de la lotería, estaba premiado. Pero sin prisas, porque tenía que ducharme y lavarme la cabeza, que con el pelo largo es dificultoso.
Al salir del baño, le conté lo ocurrido a Susana, mi mujer, que tras reírse y decirme que estaba loco, me dio un beso en los labios, de lo que disfruté. Tras darme ese beso, no insistí en jurar que lo ocurrido era verdad.
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La cara de felicidad, el grito de sorpresa, el levantarse de la silla, abrir la puerta, abrazarme y besarme a la vez, de la vendedora de lotería llamada Blanca, fue todo uno.
Doscientos millones de euros, decía y volvía a abrazarme y besarme.
Yo, no podía moverme. No hice ademán alguno durante tiempo indefinido. Me encontraba como ido.
¿Dónde tienes la cuenta del banco? Y ¡ vamos, vamos!. Decía Blanca.
Como solo estaba yo en el establecimiento, ella cerró su negocio. Le di la dirección de la caja de ahorros y veloces como un rayo, llegamos.
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El director, Javier, que ya me conocía, no dejaba de tocarme, zarandearme y abrazarme, mientras repetía una y otra vez: ¡Enhorabuena, por Dios, enhorabuena!. Los que estaban allí, Jesús, Nandi y la subdirectora, la guapa Angélica, estaban de pie, frente a mí y abrazándome y besandome y ¡enhorabuena, por Dios, enhorabuena!.
El único cliente de la caja, que estaba allí y que no había visto en mi vida, hacía lo mismo.
Tras unos minutos de los que salí del ensimismamiento, hice llamar al notario, Manuel, al que conocía, para que diera fe del pastón y de que si ingresaba todo el dinero, la caja me cancelase las hipotecas, donde mi nombre figuraba.
Don Manuel miró a Javier y dijo: El jueves os pasáis a firmar tu mujer y tú, firmamos y a continuación, comemos juntos. A eso de la una, allí estamos, contesté.
A Blanca, por favor, Javier, le abres una cuenta y le ingresas trescientos mil euros.
Ella botaba y botaba y donde te llevo, me dijo.
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Disfrutando del verano, bebimos cerveza fresquita y hablamos, bajo la pérgola.
A Blanca, le dije que ni una palabra a los periodistas y que no me conocía.
Dijo gritando: ¡Por supuesto, por supuesto!.
Llamó un taxi por teléfono y volvió para traerme el coche. Comió con nosotros y se fue besandonos y abrazándonos.
Nadie debe saberlo, les dije a todos. Nosotros, a pesar del dinero, tenemos que seguir siendo los mismos, porque no somos imbéciles.
Mi hijo Jorge nos dijo: Quiero profesores particulares. Los mejores.
Respondí: olé tus cojones. El dinero no da la sabiduría. Y si no mira los políticos, que se creen sabios, cuanto más roban.
Mi hijo Juanto, nos dijo: Yo no pienso cambiar, seguiré leyendo e imaginando historias de rol con mis amigos.
Mi mujer y los cuatro, pensamos que deberíamos tener a alguien, para que nos ayudara en las tareas de la casa, cuando entonces pregunté.
Le pongo un título
Hace 15 años
6 comentarios:
Muchas gracias ^^
Esta entrada me recordo al libro luces de bohemia,solo que aqui acaba bastante distinto jaja
Saludos ^^
GRACIAS A TI, QUE ME ENSEÑAS UN LIBRO NUEVO PARA LEER.
ABRAZO AMIGA
Hola Hatoros,
Estaba yo con esta entrada ....requeteleyendo. Niño, me ha gustado :)
Cuidate y un gran abrazo.
Qué la semana vaya muyyy bien!
¿Qué hatoros? ¿Qué te preguntaste?
LUJO, GRACIAS POR ESCRIBIR Y DECIRME QUE TE GUSTO.
EMMA, QUERIDA AMIGA. ME PREGUNTÉ SI HACER LAS COSAS NOSOTROS O DAR TRABAJO BIEN PAGADO A LOS QUE TE PUEDEN AYUDAR.
SI TUVIERAS PASTA GANSA SEGURO QUE UNO SE PREGUNTA SI DAS TRABAJO O NO PORQUE CUANDO SE TIENE PASTA SE VUELVE UNO GILIPOLLAS Y NO LA QUIERE DAR.
Y COMO YA ESTAMOS ACOSTUMBRADOS A TRABAJAR...
Pero eso también va en función de la condición de cada cual. Digo yo.
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